Todo el mundo sabe que muchos animales, sobre todo los que viven en el mar, están muriendo debido a la ingestión de plástico. Los mamíferos marinos, las tortugas, los peces grandes y las aves marinas tragan plásticos que se quedan en alguna parte de su tubo digestivo, sin poder digerirlos ni eliminarlos, lo que acaba matándolos. Las imágenes que vemos en los medios de comunicación de esta realidad son muy inquietantes. Todos deberíamos ser conscientes del gravísimo problema ambiental que supone la enorme cantidad de plásticos que están desperdigados y se siguen esparciendo por todo el planeta.
El plástico es un material muy duradero, que puede resistir malas condiciones ambientales y permanecer sin cambios durante mucho tiempo. Pero también se puede romper en fragmentos más pequeños por el efecto de los rayos del sol y por la abrasión mecánica, hasta convertirlo en partículas “invisibles” que pueden medir micrómetros o nanómetros1, y que también persisten en el medio ambiente durante mucho tiempo. Además, los aditivos que se emplean para la fabricación del plástico son sustancias químicas que también se esparcen con él2.
Se ha encontrado plástico en peces pequeños, crustáceos decápodos (cangrejos, langostas, langostinos, camarones, etc.), moluscos bivalvos (almejas, mejillones, ostras, etc.), percebes y también en el zooplancton (plancton animal: formado por protozoos y larvas). El plástico que tiene un tamaño muy pequeño y que puede ser asimilado, entre otros por los animales citados, se llama microplástico (partículas de 1 milímetro como máximo) o nanoplástico (menor de 100 nanómetros)3.
Los microplásticos acaban en el cuerpo de estos pequeños animales acuáticos porque están en el agua del mar, pero también de los ríos, las lagunas y otros depósitos de agua terrestres2. Se han detectado microplásticos en diferentes especies marinas de las que nos alimentamos, por todos los mares y océanos del planeta1.

Puesto que los humanos formamos parte de la cadena alimentaria en la que se encuentran animales que ingieren plástico, es lógico pensar que nosotros también lo estamos comiendo. En tal caso, ¿la ingestión de plástico puede afectar la salud de las personas? Esta es una cuestión muy preocupante y de la que se sabe poco.
Las partículas de plástico han sido detectadas en el agua antes de ser depurada para beber, en los alimentos de origen acuático o terrestre que comemos, y también en el aire2. Pero, por el momento, no se sabe qué efecto puede causar en los humanos la ingestión o la inhalación de partículas de plástico.
Investigaciones sobre lo que sucede en pequeños animales marinos (ostras, gusanos, crustáceos, mejillones, peces, zooplancton) indican cambios biológicos en los mismos: reacciones inflamatorias, aumento de la respuesta inmunitaria, menor ingesta de alimento, reducción de las reservas energéticas, menor reproducción y aumento de la mortalidad3. Aunque pueda parecer que la biología de estos animales no tiene nada que ver con la nuestra, esto no es así, porque somos animales y la nocividad de una sustancia sobre un ser vivo también podría afectar al ser humano.
Cabría pensar que los microplásticos que tomamos, al no ser productos orgánicos, podrían pasar a través de nuestro tubo digestivo sin pena ni gloria, es decir, que salieran de nuestro cuerpo tal y como entraron, sin entrar en la sangre ni en los tejidos. Los alimentos que ingerimos son productos orgánicos y se degradan por las enzimas del aparato digestivo en moléculas que pueden atravesar la pared del intestino. Pero como el plástico no es orgánico, no puede ser degradado por las enzimas intestinales, y se podría pensar que no hay forma de que atraviese la pared del intestino. Pero, lamentablemente, esto podría no ser así. Porque hay otros mecanismos, distintos a la absorción, como son la persorción, la pinocitosis y la fagocitosis por los que partículas pequeñas pueden atravesar la pared intestinal sin necesidad de ser degradadas en sustancias absorbibles2. A través de estos mecanismos, las micropartículas llegan a la sangre y a la linfa, y a partir de ahí pueden distribuirse por los tejidos del cuerpo. Así que, existe la posibilidad de que esto suceda con los microplásticos.
Pero todavía no se ha demostrado que los microplásticos estén entrando, circulando y acumulándose en nuestro cuerpo. Si esto estuviera sucediendo, ¿qué ocurre cuando están en la sangre y en los tejidos? ¿producen algún tipo de toxicidad? y si así fuera ¿por cuanto tiempo? ¿qué ocurre si penetran dentro de las células? De momento no se sabe. Sí se ha observado que los nanoplásticos pueden atravesar las membranas de las células, aunque aún se desconoce si esto puede afectar a las funciones celulares3.
Lo que sí es una realidad es que los microplásticos están metidos en la vida del planeta, la de los humanos y la de otras especies animales, de una forma global. Parece evidente que comiendo productos del mar que contienen microplásticos, especialmente aquellos cuya carne se come completamente, como las ostras, los mejillones o los peces pequeños, estamos ingiriendo plástico. Y, por el momento, no hay ninguna regulación alimentaria que tenga en cuenta la presencia de microplásticos en los alimentos procedentes del mar ni en otros productos4.

Por otra parte, las características físicas de los plásticos y microplásticos facilitan la concentración de contaminantes en su superficie3, es decir, que atraen más contaminación. Por poner dos ejemplos, se han encontrado bacterias patógenas para el ser humano (como, por ejemplo, Escherichia coli) en los residuos de plástico de las costas de Bélgica; y los plásticos de las aguas estancadas crean un hábitat ideal para las larvas de los mosquitos que transmiten el virus Zika o el parásito del dengue5. Y esto sí que está relacionado con la salud, concretamente con el riesgo de adquirir infecciones.
Da miedo pensar que el plástico pueda formar parte de los tejidos de nuestro cuerpo. Por otra parte, este asunto produce una sensación de impotencia, ya que, si estamos incorporando plástico en el cuerpo, no nos estamos dando cuenta y tampoco sabemos cómo podemos evitarlo. Desconocemos si es o no dañoso para la salud y, si lo es, a partir de qué cantidad. Hay muchas preguntas por resolver que necesitan una respuesta urgente.
Por el momento, una teórica incorporación de plástico en nuestro cuerpo, en cantidades que desconocemos, que serán diferentes en cada persona, no ha dado señales de una toxicidad evidente a corto plazo, por ejemplo, que produzca enfermedad o mate a las personas de una forma rápida, como sucede con ciertas sustancias tóxicas conocidas o con microorganismos que causan infecciones en humanos. Al ser el plástico un material inerte, podría pasar inadvertido (o no) por sistema inmunológico, pero esto no quiere decir que sea inocuo; tampoco sabemos cómo puede alterar las funciones celulares y moleculares, ni en qué período de tiempo.
Es difícil evaluar el riesgo que suponen los microplásticos para los humanos, porque no sería ético hacer experimentos sobre personas. Pero sí se pueden investigar, sobre modelos experimentales celulares y animales, las interacciones de los microplásticos con las células del intestino, para saber mejor sus mecanismos y su grado de penetración en el sistema circulatorio, y también las interacciones de los microplásticos y nanoplásticos en los tejidos y en el interior de las células. Los resultados de estas investigaciones, que esperamos con impaciencia, permitirán saber si la contaminación por plástico puede afectar la salud humana y cómo.
Mientras que se van sustituyendo los plásticos por otros materiales de origen orgánico, que son más fáciles de eliminar del medio ambiente, es absolutamente necesario que cada persona haga todo lo que esté en su mano para detener la invasión medioambiental de plásticos. Habrá que estar atentos a las soluciones que se den, tanto en ámbitos locales como mundiales, y seguirlas, para parar de contaminar. Porque, al margen de lo que pueda afectar a los seres humanos, nosotros debemos proteger la naturaleza, que ya está muy afectada, y no se sabe si se podrá recuperar de la destrucción ocasionada por el plástico y otros contaminantes.
Dra. Ana M. Cerro.
Doctora en Medicina y Cirugía y especialista en Inmunología Clínica
Bibliografía
1. Hantoro I, Löhr AJ, Van Belleghem FGAJ, Widianarko B, Ragas AMJ. Microplastics in coastal areas and seafood: implications for food safety. Food Additives & Contaminants: Part A. 2019;1–38.
2. Galloway TS. Micro- and Nano-plastics and Human Health. In: Bergmann M, Gutow L, Klages M, editors. Marine Anthropogenic Litter [Internet]. Cham: Springer International Publishing; 2015 [cited 2019 May 8]. p. 343–66. Available from: http://link.springer.com/10.1007/978-3-319-16510-3_13
3. Carbery M, O’Connor W, Palanisami T. Trophic transfer of microplastics and mixed contaminants in the marine food web and implications for human health. Environ Int. 2018;115:400–9.
4. Santillo D, Miller K, Johnston P. Microplastics as contaminants in commercially important seafood species. Integr Environ Assess Manag. 2017;13(3):516–21.
5. Vethaak AD, Leslie HA. Plastic Debris Is a Human Health Issue. Environmental Science & Technology. 2016;50(13):6825–6.