El sinsentido de no vacunar

En los últimos años ha surgido una corriente antivacunas muy exasperante. Como consecuencia, actualmente, en los países que aplican programas de vacunación para toda la población desde hace décadas, se están produciendo cada día casos de sarampión y otras infecciones que ya apenas se daban debido a la administración sistemática de vacunas para su prevención. Esto es algo que no debería pasar y que está pasando gracias a la actitud de personas mal informadas y manipuladas.

En este blog no nos interesa el porqué surgió esta corriente antivacunas, ni la razón por la que algunos padres no vacunan a sus hijos. Para nosotros la salud es algo con lo que no se juega y, por lo tanto, trataremos el tema recordando lo que hace años era sabido por casi todas las personas: que la vacunación es beneficiosa para la persona vacunada y para el resto de la población en la que vive la persona vacunada.

La primera vez que se realizó una vacunación de ámbito internacional fue la expedición dirigida por el Dr. Balmis, entre los años 1803 y 1806. En esta primera expedición sanitaria de la historia de la humanidad se vacunó contra la viruela a niños que vivían en territorios que formaban parte del imperio español por aquel entonces (América y Filipinas). En esa época, la mortalidad causada por la viruela era muy alta, sobre todo en la población infantil. La hija del rey de España, Carlos IV, murió por la viruela. Y parece que el mismo rey entendió la importancia de la vacuna contra esta enfermedad, ya que apoyó que se llevara a cabo la Expedición Balmis.

La vacuna contra la viruela fue diseñada por el Dr. Jenner pocos años antes de la Expedición Balmis. Este médico rural inglés observó que algunas mujeres que ordeñaban vacas adquirían una enfermedad parecida a la viruela, pero más leve (la viruela de la vaca o cowpox). Pensó que a partir del material de las pústulas de las personas infectadas con la viruela de la vaca se podría conseguir la inmunización en personas que no habían tenido la viruela. Recogió material de las pústulas de viruela de una ordeñadora y se lo inoculó, sobre un pequeño corte realizado en el brazo, a un niño que no había tenido viruela. El niño desarrolló una viruela leve y se recuperó. Después comprobó que el niño estaba protegido contra la viruela ya que, tras inyectarle suero de una persona infectada de la viruela, el niño no desarrolló la enfermedad.     

Impresiona saber cómo se realizó la vacunación en la Expedición Balmis. Porque entonces, la única manera de mantener el material para vacunar, de una forma segura, era extrayéndolo directamente de la pústula de viruela de una persona e inoculárselo inmediatamente a otra. Así que, en el barco de la expedición iban unos niños que sirvieron para “conservar” el material de inoculación, pues se extraía de una pústula de viruela de un niño y se inoculaba en otro niño sin la enfermedad. Después de unos días, el niño que había recibido la inoculación (y, por tanto, la vacuna) era el que tenía la pústula de la que se extraía el inóculo para la siguiente vacunación de otro niño de la expedición, y así sucesivamente hasta que llegaban a tierra y vacunaban a cuantos niños podían en los diferentes lugares que visitaron. Además, los sanitarios de la expedición enseñaban a las personas del lugar para que siguieran vacunando y enseñando la manera de conservar el inóculo y de poner la vacuna.

A partir de esta expedición, la vacunación contra la viruela evitó muchas muertes en muchas partes del mundo. Pero como en los años 1960 todavía había viruela en algunas zonas de África y Asia, en 1966 la Organización Mundial de la Salud (OMS) puso en marcha el Programa de Erradicación de la Viruela, con resultado exitoso, la erradicación de la viruela (oficialmente declarada en 1980), una enfermedad infecciosa grave que había causado la muerte de muchas personas antes de la existencia de la vacuna. Esto se consiguió gracias a la vacunación de la población en todo el mundo.

En la actualidad, la administración de vacunas es mucho más sencilla y cómoda que la vacunación contra la viruela. La mayoría de las vacunas se administran en la infancia, algunas en una sola dosis y otras en varias. Las pautas de vacunación que se aplican han demostrado eficacia para prevenir las enfermedades infecciosas que se quieren evitar. Además, son seguras, con un porcentaje muy bajo de efectos adversos graves. Sin embargo, las enfermedades infecciosas contra las que van dirigidas estas vacunas sí pueden ser muy graves en algunos casos y a veces mortales.  

El rechazo de la vacunación por algunas personas no tiene ningún sentido y está llevando a la reaparición de enfermedades infectocontagiosas que casi no existían. La literatura científica explica claramente el sinsentido de no vacunar. Por ejemplo, “Falsas creencias sobre las vacunas”, de varios expertos en Salud Pública1 y “Let’s talk about protection”, del European Centre for Disease Prevention and Control (resumen en forma de preguntas y respuestas en las páginas 50 a 58)2.  

Desde aquí hacemos hincapié en la seguridad de las vacunas y en los beneficios que conllevan en las personas y poblaciones vacunadas. Consideramos que la actitud de las personas y de los grupos antivacunas es antisocial, ya que promueven la reaparición de enfermedades infecciosas que pueden causar en las personas sufrimientos, secuelas físicas y muertes evitables.

Dra. Ana M. Cerro. Médico especialista en Inmunología Clínica

Bibliografía

1.            Domínguez A, Astray J, Castilla J, Godoy P, Tuells J, Barrabeig I. Falsas creencias sobre las vacunas. Atención Primaria. 2019 Jan 1;51(1):40–6.

2.            European Centre for Disease Prevention and Control. Let’s talk about protection enhancing childhood vaccination uptake: communication guide for healthcare providers. Luxembourg: Publications Office; 2016.